miércoles, 12 de agosto de 2009

UN CUENTO DE CIENCIA FICCIÓN SOBRE NUESTRA PATAGONIA

El día 14 de agosto de 1985 estaba de guardia en el tablero central del despacho eléctrico de cargas el ingeniero Bonifacio Astigueta. A las 18:30 cuando se disponía a retirarse, un auxiliar llamó su atención sobre el indicador de enganche de la línea de alta tensión de El Chocón - Cerros Colorados, que titilando indicaba alguna anormalidad, y en previsión a un sorpresivo desenganche de la línea ordenó, por circuito telefónico el estado de alerta de la central Costanera Sur y de Salto Grande, preparándose para reemplazar cualquier falta de corriente de El Chocón. Cuando tuvo todo bajo control, tomó el teléfono para comunicarse con el control de la Central de El Chocón y con ojos dilatados de espanto escuchó la siguiente comunicación: Aquí Comando Suicida El Chocón a nombre del gobierno provisional de los Estados Unidos de la Patagonia comunica a ese despacho de carga para su retransmisión al Presidente de la Nación Argentina.

1. En el día de la fecha, nueve comandos suicidas integrados por ciudadanos patagónicos y bajo instrucciones del gobierno provisional de los Estados Unidos de la Patagonia, presidido por el doctor Aníbal Alejandro Garmendia, han tomado posesión de las centrales de El Chocón – Cerros Colorados (Planicie Banderita y desviador de Mari Menuco), de Alicurá, de la central de Arroyito y de Confluencia, de las plantas compresoras de gas natural de Loma de la Lata, Pico Truncado y Cerro Cóndor.
2. Cada comando ha procedido a dinamitar los puntos neurálgicos de cada central o planta de modo tal que cada detonación afectará incluso a las instalaciones fijas de los rodetes de turbinazo, motocompresores de gas. Los daños han sido proyectados para que ninguna instalación pueda ser puesta en funcionamiento nuevamente antes de tres años y hasta cinco según los casos.
3. Cada comando es autónomo para tomar la decisión de hacer volar las cargas explosivas al menor indicio de que el gobierno de la Argentina haya dado orden de reprimir a los comandos o atacar las instalaciones, procediendo incluso ante cualquier movimiento de tropas preventivo, aviones o cualquier otra acción de fuerzas armadas o policiales de la República Argentina.
4. A partir de la hora cero del día de mañana. 15 de agosto, correrá un plazo de 48 horas para que el gobierno de la República Argentina reconozca al gobierno provisional de los Estados Unidos de la Patagonia como legítimo gobierno de este país y lo acepte como asociado según los términos que acuerden oportunamente.
5. Vencido este plazo de 48 horas sin que el gobierno haya accedido a la demanda anterior e iniciar inmediatamente las negociaciones comenzarán a reducirse el número de turbinas en operación y el bombeo de gas y petróleo en las 48 horas subsiguientes.
6. El gobierno provisional de los Estados Unidos de la Patagonia ha destacado ministros plenipotenciarios ante los principales países de la comunidad internacional a efectos de plantear el caso de dominio colonial sobre la Patagonia y procurar el reconocimiento del gobierno provisional instituido. En estas tristes circunstancias recordamos al pueblo amigo de la Argentina la voluntad de ser libres de todo colonialismo expresada en la declaración de la Independencia de Tucumán el 09 de julio de 1816 y denunciamos la actitud prepotente de la diligencia porteña que mantuvo hasta hoy un colonialismo denigrante sobre estos territorios.

Astigueta sintió que le corría un sudor frío y tartamudeando rogó que lo pusieran al habla con Cardini, el supervisor de turno del tablero de carga de El Chocón. Cardini le dijo a Astigueta: “Apurate hermano a transmitir el mensaje porque las papas queman y esta gente está dispuesta a todo”

El presidente Miguel Solanas Alvarez se hizo repetir varias veces el mensaje. En seguida ordenó convocar al gabinete de ministros y a los jefes de estados mayores, mientras telefoneaba al ministro del interior para conocer que se habían recibido cuatro comunicaciones de los cuatro gobiernos de las cuatro provincias patagónicas, manifestando que en razón de las circunstancias, las cuatro legislaturas y los propios gobiernos habían adherido al gobierno provisional de los Estados Unidos de la Patagonia y se solidarizaban con su actitud, manifestaban también su decisión de armar al pueblo patagónico para repeler cualquier agresión.

Se recibían comunicados que en Comodoro Rivadavia, toda la población se había volcado a las calles celebrando la independencia, pidiendo armas para combatir a los porteños. También habían intercepción de despachos de gobierno de las cuatro exprovincias argentinas del norte y de Cuyo pidiendo se adhieran a la causa patagónica y que presionaran al Gobierno de la Casa Rosada para proceder a solicitar el reconocimiento de los Estados Unidos de la Patagonia. El Comando de Aviación hizo suspender los vuelos sobre la Patagonia. En Caleta Córdoba y Caleta Olivia los obreros resolvieron no cargar petróleo en los barcos que esperaban mar afuera para llevarlo a San Lorenzo y Bahía Blanca. Entre tanto iban llegando los ministros a la Casa de Gobierno. La exposición del Secretario de Energía fue contundente; sin gas y sin petróleo era imposible prestar los servicios en la Capital y el gran litoral, no podía impedirse la paralización total de la vida de la ciudad. Las usinas eléctricas sin gas y sin petróleo y sin el flujo de electricidad de El Chocón, apenas podía mantenerlos servicios de algunas oficinas del gobierno y en uno que otro hospital.

Había que desalojar inmediatamente a la población civil de los centros urbanos donde no se podían accionar las bombas para abastecer de agua a los edificios elevados. Los fluidos cloacales se atascarían, todos los transportes pararían. Las propias fuerzas armadas no tendrían combustible suficiente para una acción de envergadura. El presidente con cara empalidecida por la rabia y la emoción preguntó que ocurriría si los comandos realizaban las voladuras que habían anunciado. El Secretario de Energía contestó simplemente: Mejor ni pensarlo señor Presidente, sería el caos, y por varios años no podríamos reparar los daños en medio de trastornos tremendos. La cabeza del presidente giró lentamente hacia el Jefe del Estado Mayor Conjunto y el Secretario de Defensa que estaban sentados juntos, a su lado. No fue necesaria ninguna pregunta. El General Días Uzandigaras dijo con tono ciertamente dramático: “Señor Presidente, parlamente con el Presidente de este Gobierno Provisional”.

El Presidente apartó al Ministro del Interior y le dio instrucciones para que utilizando la misma línea telefónica de El Chocón comunicara al doctor Aníbal Alejandro Garmendia que estaba dispuesto a conferenciar con él. Casi enseguida se recibió la respuesta: “Antes de cualquier parlamento es imprescindible que se anuncie oficialmente y por medio del Congreso, la declaración de que los Estados Unidos de la Patagonia son una nación libre e independiente de la nación Argentina y solamente asociada en el mantenimiento de una estructura económica, social y política que se mantiene dentro de las tradiciones argentinas. Veinticuatro horas para contestar por si o por no”.

Las siguientes diez horas fueron utilizadas para convocar al Congreso, hacer la declaración citada en medio de una escandalosa sesión parlamentaria en la que los diputados y senadores por las provincias patagónicas fueron objeto de toda clase de agresiones y se vieron en la necesidad de retirarse del recinto. Antes de retirarse el diputado por Neuquén, doctor Eleuterio Cardozo, pudo hacerse escuchar en medio del griterío general: “No queremos ser los kelpers de los argentinos”. Por su parte el Senador Llanqueleo del Chubut pudo expresar algunos conceptos en medio de los denuestos de los que era objeto: “Inglaterra trató mejor a sus colonias que la Argentina a la Patagonia”... y otras como...” ¡Por mucho menos de los sufrido por la Patagonia las colonias americanas se independizaron de Inglaterra!”. Finalmente después de la declaración del Congreso, el Presidente argentino fue citado para concurrir a una reunión con el Presidente Patagónico en un lugar desértico de la Provincia del Chubut, cerca de Collan Conhue, sitio histórico donde las últimas tribus patagónicas habían sido derrotadas por el Ejército Argentino. Allí se había levantado una instalación precaria.

“Señor Presiden te, comenzó diciendo el presidente provisional de la Patagonia, lamento que hayamos tenido que recurrir a estos medios para hacer valer nuestros derechos”.
El presidente argentino Solanas Alvarez contestó que lo lamentaba mucho más por cuanto se trataba de una misión suicida y que no podía durar más que el tiempo necesario para retomar el dominio de la región pretendidamente independizada, por todos los medios que la Nación Argentina podía disponer levantando ejércitos numerosos como lo hiciera la gesta de la independencia de España. El presidente patagónico manifestó:

“Señor presidente, no me considerará usted tan tonto como para meterme en este asunto tan grave sin haber tomado las debidas precauciones y previsto sus eventuales consecuencias. Tampoco debe usted considerarme un traidor a la patria si le manifiesto que como la Nación Argentina buscó aliados en su guerra de la independencia, los Estados Unidos de la Patagonia pueden hacerlo comenzando por sus dos máximos vecinos: Chile e Inglaterra, ¿ o usted se olvida, señor Presidente, que Inglaterra está a 450 kilómetros de la costa patagónica con una formidable base militar?. Yo no necesitaré pedir ayuda alguna, ni la he pedido, ni la pienso pedir. Sólo me he limitado a plantear a las naciones más importantes del mundo el reconocimiento de mi gobierno. En este sentido Chile e Inglaterra estoy seguro de que serán los primeros en hacerlo. Y como usted, señor Presidente es de la Provincia de Buenos Aires, le recuerdo que me apoyo en antecedentes muy valiosos y que usted conoce muy bien por ser oriundo de una provincia argentina que pidió el reconocimiento de las Naciones Europeas y de los Estados Unidos como estado libre e independiente de la Confederación Argentina en 1853. Aquí no hay más traición a la patria que la que cometieron quienes ignoraron los derechos de los patagónicos y los mantuvieron en la más infame dependencia colonial. Señor Presidente los minutos son valiosos. Usted debe decirme si acepta o no confirmar en todo la declaración de su Congreso y para comenzar a negociar libremente y como dos estados soberanos las condiciones en que vamos a iniciar este nuevo tramo de nuestra vidas políticas, asociando nuestros intereses en el respeto mutuo de nuestros derechos”. El presidente argentino sólo atinó a agregar: “Evidentemente usted me chantajea. En Buenos aires no nos dimos cuenta de que estábamos armando una bomba de tiempo con estas obras de El Chocón y esta historia del gas y del petróleo. Dígame sinceramente ¿es cierto que Chile y Gran Bretaña reconocerán a su gobierno?”. “Vea señor Presidente –contestó el presidente patagónico- no sólo que lo harán inmediatamente, sino que harán declaraciones manifestando que toda agresión hecha a los Estados Unidos de la Patagonia será considerado un acto de guerra contra sus propios servicios de inteligencia y si estos, señor Presidente, funcionaran correctamente, habría sabido antes de salir parta aquí que ambos países han dado orden de movilizar todas sus fuerzas armadas. Pero hay algo seguramente a usted le compensará de estas cosas tan desagradables. Gran Bretaña entregará las Islas Malvinas, Sandwichs y Georgias del Sur a la soberanía de los Estados Unidos de la Patagonia y formalizará con nosotros un tratado de paz que lleva implícita nuestra participación con todos nuestros productos en el mercado inglés y de sus dominios a cambio de la preservación de los derechos británicos que se verán afectados por el cambio de soberanía”. “Nos queda Brasil –exclamó el Presidente argentino- Se opondrá al dominio de los mares del sur por una nación extranjera. Lo mismo Paraguay, Venezuela, Perú y Colombia”. El presidente Patagónico le alcanzó un telex que decía : “ Itamarity ha informado confidencialmente a nuestro enviado que está emitiendo un comunicado al gobierno argentino advirtiéndole que cualquier acción armada contra los Estados Unidos de la Patagonia será considerada como el rompimiento del necesario equilibrio en los mares del sur y obligará a Brasil a movilizarse sobre la frontera argentina y uruguaya”. Así se perdió la Patagonia.

Por su parte los Estados Unidos de la Patagonia progresaron a un ritmo inusitado vendiendo petróleo, gas e hidroelectricidad a la Argentina, aún a precios inferiores a los del mercado americano y mundial. Ingresaban anualmente miles de millones de dólares de divisas que se utilizaban para el desarrollo de su infraestructura.

Los valles de los ríos y la precordillera fueron irrigados y explotados para exportaciones agropecuarias y agroindustriales al exterior. Un contingente enorme de inmigrantes se fue radicando libremente por la República que echando por la borda el estatismo porteño, se apoyó en la empresa privada para afirmar su desarrollo. En sólo diez años la población patagónica se implicó con los inmigrantes y en toda la región lacustre y fluvial de la cordillera, centros de turismo de renombre mundial atraían a turistas anuales que reforzaban el muy favorable enlace de pago de la flamante nación. Industrias electrointensivas y petroquímicas se instalaron para aprovechar los recursos energéticos disponibles a bajo costo.
La exportación industrial superó largamente a las exportaciones agropecuarias. La moneda en circulación fue el patagón, con garantía de oro y convertible lo cual surgió de una negociación con las principales naciones del mundo que aceptaron pagar en oro sus compras durante cinco años para formar dicha reserva áurea.
La inflación desapareció instantáneamente. Por supuesto los Estados Unidos de la Patagonia no tuvieron ejército, ni marina, ni aeronáutica. Apenas una fuerza policial.
Estaba defendida por todos contra todos. En poco tiempo los Estados Unidos de la Patagonia superaron a la Argentina, excepto en la producción agropecuaria que siguió siendo la única base de una Argentina que no supo reconocer en la Patagonia su verdadero destino.

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