Con nuestra colega MARIA IRMA CAVANNA como protagonista, se estrenará en el Museo Etnográfico en la calle Moreno al 300 entre Defensa y Balcarce, el sábado 27 y el domingo 28 a las 19 hs.
Estos dos días son eventos gratuitos por invitación de la UBA en conmemoración de los 190 años de su fundación.
Luego continuarán todos los sábados de septiembre a las 20 hs. con un costo de $35 y con cupos limitados de 35 a 40 lugares. Sólo se podrá reservar con anticipación y/o pagar a su ingreso.
Sobre la obra
Tres mujeres guía comparten en voz alta los secretos de un trabajo especial: hacer de una ciudad un relato, una ficción, un espectáculo para extraños. Para ser una buena guía ¿hay que ser una buena actriz?
Mientras confiesan sus altos y bajos en el mundo guía, María Irma (especialista en city tours), Silvana (guía del Jardín Botánico) y Micaela (guía del Museo Etnográfico) se asoman a la intimidad de sus vidas.
¿Cómo se conquista a un playboy? ¿Una casa de familia puede ser un museo peronista? ¿Qué relación hay entre la tragedia de Medea, el flechazo de Evita y Perón y el árbol más glamoroso del Jardín Botánico?
* Al término de la obra el público es invitado a compartir una típica vianda junto a las intérpretes.
Ficha Técnica
Intérpretes: Silvana Bondanza, María Irma Cavanna y Micaela Pereira
Asistencia de dirección: Elizabeth Motta
Coordinación Técnica: Nicolás Pereira
Documentación fotográfica: Paula Pedreira
Fotografía: Nicolás Goldberg
Producción: Pamela Brownell
Dirección: Vivi Tellas
Esta obra fue producida por el Complejo Teatral de Buenos Aires y estrenada en septiembre de 2008 en el Teatro Sarmiento en el marco del Proyecto Biodrama
Sobre el Proyecto
El Proyecto Archivos es un intento de desplegar en escena la noción de documental. Cada Archivo es un documento dramático en vivo y parte de una premisa específica: buscar la teatralidad que aparece fuera del teatro. ¿En qué momento la realidad empieza a producir ficción? Hay un umbral donde se registra ese pasaje: es el UMF (umbral mínimo de ficción). Detectarlo es el primer paso del trabajo.
Hasta ahora la serie incluye las obras: Mi mamá y mi tía, Tres filósofos con bigotes, Cozarinsky y su médico, Escuela de Conducción, Mujeres Guía, Diskjockey, y Rabbi Rabino (2011, New York). En todos se ha trabajado con personas comunes y con los mundos reales (familiares, culturales, laborales) a los que pertenecen. La hipótesis de la investigación es que toda persona es un archivo, una reserva de experiencias, saberes, textos, imágenes, comportamientos. El proyecto consiste en destilar la teatralidad que acecha en esos mundos y ponerla en escena en una obra de teatro.
"Archivos es un trabajo documental donde la intimidad se convierte en una zona inestable y da lugar a la inocencia. Todo sucede en un presente continuo. No hay opinión ni destrezas. La escena es una zona torpe, capaz de generar momentos desconocidos que no controlamos para nada. La situación teatral es pura fragilidad y la clave del azar destiñe sobre todas las cosas."
Vivi Tellas
* Equipo artístico Proyecto Archivos 2002-2008: Paolo Baseggio, Mei Iudicissa, María La Greca, Paula Salomon.
Más información en http://www.archivotellas.com.ar/
Alan Pauls sobre Mujeres Guía
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-4790-2008-08-24.html
Entre Evita y Medea
Por Alan Pauls
Las chicas de Mujeres guía trabajan haciendo visitas guiadas. Micaela es guía en el Museo Etnográfico de la ciudad, Silvana en el Jardín Botánico y María Irma (la más experimentada) hace city tours. Todas dominan el arte extraño, indefinido, pre-artístico, de señalar lugares y cosas, adosarles epígrafes que los vuelvan atractivos y “trasmitirlos” en vivo –como otros trasmiten carreras de caballos o partidos de fútbol– ante un público cautivo, más rehén que el de teatro y también más fugaz. Son animadoras, en el sentido más literal de la palabra: tienen que animar lo inanimado, sacar vida de las piedras, hacer hablar pasados, paisajes, postales. Aprendemos mucho de lo que hacen gracias a Mujeres guía; sabemos de la fidelidad singular, medio sonámbula, medio militante, que las une a los lugares donde trabajan; de la economía de regalos y souvenirs en la que viven; de los pequeños signos con que ciertas predilecciones, ciertos goces íntimos se delatan y caen fuera del discurso profesional turístico. Y sabemos de todo lo que se juega en esa posición difícil –la posición de guía– que sólo existe en la euforia o en la amenaza. Si Mujeres Guía es también una “escuela de conducción” –como el archivo homónimo que interpretan los profesores y la empleada del Automóvil Club Argentino–, es porque toda la experiencia está puesta bajo el signo del modelo, el ejemplo, las vidas ejemplares, las vidas de las conductoras ejemplares. Sin ir más lejos, Eva Perón y Medea, los dos íconos públicos, míticos, con los que las guías miden, piensan y ponen en escena sus propias vidas. Una vida de boîtes y champagne con playboy incluido (María Irma), otra signada por el peso abrumador de la idolatría peronista familiar (Micaela), una tercera atravesada por el dolor y la intemperie emocional (Silvana, que trabaja en el Botánico y es alérgica al polen y a los gatos). Pero ¿qué son Evita y Medea sino mujeres que actúan, que operan sobre el mundo donde viven y que se exponen, y se hacen visibles casi hasta enceguecer? El arco que recorre Mujeres guía dibuja casi una alegoría sobre el destino de la actuación: de las chicas que bailotean mientras limpian el piso, ensimismadas en una especie de burbuja doméstica, a las actrices que interpretan la escena genial de Medea asesinando a sus hijos, la interpretación no es sólo lo que las une, las hermana, las redime; es también lo que las lleva al límite de sí mismas y las saca de quicio. En la pista de Chejov (Tres hermanas) y de Altman (Tres mujeres), Mujeres guía despliega la idea de que para que las mujeres estén realmente solas y juntas tienen que ser tres. Ni diez, ni cinco, ni dos. Tres. Y que ser tres es la condición de posibilidad para que hagan lo que mejor hacen: teatro. Es la hipótesis turbadora de Mujeres guía (que la célebre veda de mujeres en los teatros griegos e isabelinos no haría sino ratificar): ¿y si el teatro fuera mujer?
Por Alan Pauls
Las chicas de Mujeres guía trabajan haciendo visitas guiadas. Micaela es guía en el Museo Etnográfico de la ciudad, Silvana en el Jardín Botánico y María Irma (la más experimentada) hace city tours. Todas dominan el arte extraño, indefinido, pre-artístico, de señalar lugares y cosas, adosarles epígrafes que los vuelvan atractivos y “trasmitirlos” en vivo –como otros trasmiten carreras de caballos o partidos de fútbol– ante un público cautivo, más rehén que el de teatro y también más fugaz. Son animadoras, en el sentido más literal de la palabra: tienen que animar lo inanimado, sacar vida de las piedras, hacer hablar pasados, paisajes, postales. Aprendemos mucho de lo que hacen gracias a Mujeres guía; sabemos de la fidelidad singular, medio sonámbula, medio militante, que las une a los lugares donde trabajan; de la economía de regalos y souvenirs en la que viven; de los pequeños signos con que ciertas predilecciones, ciertos goces íntimos se delatan y caen fuera del discurso profesional turístico. Y sabemos de todo lo que se juega en esa posición difícil –la posición de guía– que sólo existe en la euforia o en la amenaza. Si Mujeres Guía es también una “escuela de conducción” –como el archivo homónimo que interpretan los profesores y la empleada del Automóvil Club Argentino–, es porque toda la experiencia está puesta bajo el signo del modelo, el ejemplo, las vidas ejemplares, las vidas de las conductoras ejemplares. Sin ir más lejos, Eva Perón y Medea, los dos íconos públicos, míticos, con los que las guías miden, piensan y ponen en escena sus propias vidas. Una vida de boîtes y champagne con playboy incluido (María Irma), otra signada por el peso abrumador de la idolatría peronista familiar (Micaela), una tercera atravesada por el dolor y la intemperie emocional (Silvana, que trabaja en el Botánico y es alérgica al polen y a los gatos). Pero ¿qué son Evita y Medea sino mujeres que actúan, que operan sobre el mundo donde viven y que se exponen, y se hacen visibles casi hasta enceguecer? El arco que recorre Mujeres guía dibuja casi una alegoría sobre el destino de la actuación: de las chicas que bailotean mientras limpian el piso, ensimismadas en una especie de burbuja doméstica, a las actrices que interpretan la escena genial de Medea asesinando a sus hijos, la interpretación no es sólo lo que las une, las hermana, las redime; es también lo que las lleva al límite de sí mismas y las saca de quicio. En la pista de Chejov (Tres hermanas) y de Altman (Tres mujeres), Mujeres guía despliega la idea de que para que las mujeres estén realmente solas y juntas tienen que ser tres. Ni diez, ni cinco, ni dos. Tres. Y que ser tres es la condición de posibilidad para que hagan lo que mejor hacen: teatro. Es la hipótesis turbadora de Mujeres guía (que la célebre veda de mujeres en los teatros griegos e isabelinos no haría sino ratificar): ¿y si el teatro fuera mujer?
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