Hace más de un siglo, Barracas nacía como un barrio de lujo, una zona elegida por porteños que buscaban vivir a semejanza de algunas ciudades europeas. Las familias Balcarce, Montes de Oca y Álzaga, entre otras, construyeron sus lujosas casonas para vivir alejadas del centro, cerca del río, y con un clima fresco. Sin embargo, mucha gente abandonó el barrio en 1871 a raíz de la epidemia de fiebre amarilla y familias enteras de los inmigrantes más humildes se acomodaron como pudieron y generaron otra Barracas durante el Siglo XX.
Pero en los últimos años el panorama se está modificando con muchas inversiones inmobiliarias que están revalorizando el lugar y atrayendo a habitantes de otros barrios.
Pero en los últimos años el panorama se está modificando con muchas inversiones inmobiliarias que están revalorizando el lugar y atrayendo a habitantes de otros barrios.
La Flor de Barracas tiene 113 años. El registro en Municipalidad es de 1912 pero ya era bar desde antes. Incluso es anterior a la Escuela Normal Superior Nº 5, construida en frente, sobre Arcamendia. Originariamente se lo llamaba el bar La Puñalada, una chapa en la puerta lo decía, ya que venían los changarines y se apuñalaban. Luego se llamó Tarzán, hasta que los nuevos dueños en la década del ‘60 le pusieron La Flor de Barracas.
Desde aquel momento empezaron a entrar algunas mujeres y hacerse algo más familiar.
La Flor de Barracas, un bar y cafetín que reabrió hace poco renovado pero respetando su arquitectura y estilo original, tan característicos del barrio a principios de 1900, y tan tradicionales para ese lugar.
Desde aquel momento empezaron a entrar algunas mujeres y hacerse algo más familiar.
La Flor de Barracas, un bar y cafetín que reabrió hace poco renovado pero respetando su arquitectura y estilo original, tan característicos del barrio a principios de 1900, y tan tradicionales para ese lugar.
El café, que perteneció a tres españoles durante los últimos 60 años, estuvo en venta en 2009 pero, pese a que se temió su demolición porque el edificio estaba muy caído y se buscaban otros emprendimientos, los nuevos dueños decidieron reciclarlo y recuperar ese espíritu de antiguo barrio que tanto buscan preservar sus vecinos.
Como El Progreso, que todavía sigue intacto en Montes de Oca y California, La Flor mantiene el piso original, mesas y sillas. También están la vieja barra de madera y los estantes con botellas de Licor Mariposa y ginebra Bols, las persianas de colores, el quiosco con vitrina y hasta la letrina en el baño de hombres. Todo reciclado, pero casi intacto, como hace 113 años.
Suárez y Arcamendia a metros del pasaje Lanín