Inaugurado el 30 de mayo de 1914,
el Transbordador, como se lo conoció popularmente, fue muy importante para la
zona, en ambas márgenes del río. Por aquellos tiempos, esa área todavía tenía
alguna actividad como puerto de la Ciudad. El movimiento de trabajadores de una
orilla hacia la otra resultaba vital para los astilleros, las carboneras y el
frigorífico Anglo, que llegó a tener 15.000 obreros.
El diseño del proyecto estuvo a
cargo de la Dirección de Navegación y Puerto, dependiente del Estado. El puente
de hierro lo hizo la fábrica inglesa Earl of Datle Steel (el nombre aún está
impreso en algunos sectores de la estructura) y se fue enviando por partes para
ser armado en Buenos Aires.
Mientras, aquí, se construían los
cimientos de cada torre, se hicieron unos cuadrados con ladrillos de casi un
metro de espesor, luego rellenados con hormigón. Llegan a una profundidad de 24
metros y en algunos sectores hasta se usó dinamita para poder hacer el pozo.
El puente mide 52 metros de alto y
el ancho de cada base es de 27 metros. El ancho total de un extremo a otro
supera los 77 metros. Pero lo más interesante es que de la viga superior se
sostiene el carro del transbordador, una especie de canasta que mide 8 por 12
metros y es capaz de soportar una carga de hasta 50 toneladas. Con esa
plataforma, además de la gente, cruzaban de una orilla a la otra carros,
camiones y hasta tranvías. El recorrido duraba cinco minutos y el servicio era
gratuito. Funcionaba de 6 a 21 y, en caso de que se cortara la luz, podía
moverse con guinches especiales que se accionaban manualmente.
En 1994 la ola privatizadora
propuso desarmarlo y venderlo como chatarra. Pero el reclamo de vecinos y
algunas entidades lo salvó.
En 2008 se presentó un plan para
la conservación y uso correcto del monumento y su área. Y se aspira a que sea
declarado patrimonio de la Humanidad por la Unesco.