jueves, 28 de octubre de 2010

EXPOSICIÓN “LAS PAMPAS: ARTE Y CULTURA EN EL SIGLO XIX”

En su libro “Una excursión a los indios ranqueles”, de 1870, el general Lucio V. Mansilla relata cuando el cacique ranquel Mariano Rosas le obsequió su poncho pampa tejido por su principal mujer. Una prenda cuya significación, señala Mansilla en su texto, es para los indios "como el anillo nupcial entre los cristianos".

Ese histórico poncho se puede ver en la Fundación Proa desde el 28 de octubre en el marco de la exposición “Las Pampas: arte y cultura en el siglo XIX” , que reúne 500 trabajos de platería, tejidos y objetos de uso cotidiano hechos por los pueblos originarios que habitaron La Pampa, la Patagonia y el territorio mapuche durante el siglo XIX.
Un gran conjunto único de piezas, juntas por primera vez, provenientes de colecciones públicas y privadas que permite conocer y revalorizar el destacado y complejo patrimonio de estos pueblos.
La exhibición se articula alrededor de cuatro ejes temáticos: las mujeres; el espacio social y el territorio político; el caballo, y el poncho.

En la primera sala, el público se encontrará con joyas de platería que usaban las mujeres de los caciques, en su mayoría de confección mapuche, que devenían elementos de comunicación simbólica, puesto que revelaban la organización jerárquica y la riqueza de los grandes caciques. Sigue el núcleo dedicado al espacio social y político, al sur del río Colorado, en el que se despliegan objetos de platería araucana y pehuenche, como otros de uso cotidiano realizados en cuero, madera y piedra. También hay dos mantos tehuelches ceremoniales, de cuero pintado, de los cuales se conocen unos pocos en el mundo. En la misma sala, además, se halla un conjunto de ponchos ubicados en círculo que emula la forma en que se organizaban las asambleas. El diseño expositivo de esta muestra, a cargo del destacado artista argentino Luis Benedit, potencia la riqueza visual y simbólica de las piezas, desde una estética contemporánea. El recorrido luego se detiene en el caballo y en la riqueza de los diseños de platería pampa y ranquel en rebenques, rastras, estribos, cuchillos y cabezas, que denotan el protagonismo de este animal -que había llegado con la conquista- en tierras pampeanas durante el siglo XIX.
Una de las características de la platería pampa y ranquel son los diseños en torno de la flora y de la fauna. Junto al poncho de Mansilla hay otros dos que compiten en importancia histórica: el poncho que los pehuenches le regalaron al general José de San Martín durante el cruce de los Andes, en enero de 1817, y el de factura araucana, que perteneció al gran cacique de las pampas Calfucurá, que encabezó los malones más cruentos en la provincia de Buenos Aires entre mediados del siglo XIX hasta 1872 cuando fue derrotado por el general Ignacio Rivas en una batalla en la que murieron 200 indios. Los ponchos de San Martín y Mansilla son patrimonio del Museo Histórico Nacional y, el de Calfucurá, pertenece al Museo Ricardo Güiraldes de San Antonio de Areco. Pero, además, el público podrá apreciar un impactante conjunto de otras piezas tejidas en lana de oveja, así como ejemplares del poncho inglés. Este último llegó al Río de la Plata a mediados del siglo XIX, especialmente fabricado para el mercado local, y su presencia permite, asimismo, analizar el rol de Inglaterra como potencia exportadora de bienes manufacturados.
La Fundación Proa ofrece, además, un programa educativo especialmente pensado para esta exposición, con visitas para escuelas, familias y público en general. Se puede consultar por medio del correo electrónico educacion@proa.org, o por teléfono al 4104-1041
Hasta el 4 de enero próximo
Avenida Pedro de Mendoza 1929
FUENTE: Laura Casanovas – La Nación

LAS PINTURAS DE LA IGLESIA DE SANTA LUCIA: PATRIMONIO CULTURAL

Foto: La pintura en la cúpula principal retrata la tradicional procesión del 13 de diciembre, Día de Santa Lucía.

La parroquia de Santa Lucía es todo un emblema de Barracas. La primera capilla fue erigida en el lugar en 1783 y el actual edificio data de 1889.
En 1929 se llevó a cabo una importante renovación del templo. Las obras incluyeron, entre otras, la decoración pictórica completa.Esta última estuvo a cargo de Augusto Juan Fusilier, artista argentino de origen belga nacido en 1891, fallecido en 1975, vecino de Barracas, quien es autor, además, de 115 iglesias en todo el país.


Cuando ya se han cumplido 121 años de la construcción del templo, un proyecto de ley aspira a declarar sus pinturas como Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires en virtud de la ley 1227. La Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural emitió su dictamen favorable.
El proyecto incluye también otras obras del artista en la Ciudad como San Juan Evangelista y San Pedro, ambas en La Boca, Ntra. Sra. de Balvanera, Ntra. Sra. de Las Nieves, la Basílica de La Piedad y San Juan Bautista en Villa Devoto. También le pertenecen la restauración de Santa Felicitas, la pintura de Miguel de Garicoits en la Basílica del Sagrado Corazón en Barracas y la capilla del Hospital Rivadavia.

La vasta obra de Fusilier en el resto del país incluye la iglesia de Ntra. Sra. de Aránzazu en Victoria (Entre Ríos, hoy en plena restauración); la Catedral de Córdoba, la iglesia del Sagrado Corazón de La Plata y han sido objeto de distinciones papales y reconocimiento internacional.







Vecino de Barracas durante 80 años, una de sus casas se conserva aún en estado original.
Se trata de la que se ubica en Ituzaingó 846 que fuera construida en 1901 según consta en su plano municipal de edificación, constituyendo además un caso particularmente valioso debido a su buen estado 109 años después.

REINAUGURACIÓN DE LA FACHADA DEL CAFÉ MARGOT EN BOEDO

Este café fue incluido entre los notables a fines del año 2003, y es el sucesor de la mítica confitería “Trianón”, que funcionó en esta esquina entre la década del ’30 y la del ‘70. Actualmente, funciona una peña y galería de arte. En el piso superior se encuentran el Espacio teatral Boedo XXI y la Biblioteca Lubrano Zas, de la Junta de Estudios Históricos del Barrio de Boedo.

El edificio es uno de los más antiguos del barrio, y mantiene su estructura original. En 1903 comenzaba la construcción de una edificación de dos plantas, destinada a viviendas y locales. Pasó por muchas etapas y manos durante todos estos años, hasta que en 1993 se abrió finalmente esta recreación de “Trianón” bajo el nombre “Margot”. Es famoso por sus sandwiches de pavita. Hay gente que atraviesa barrios enteros para probarlos. Cuenta la leyenda (y una placa en el bar) que fue allí donde se inventaron, en la década del ’40.
En 2004 la Junta de Estudios Históricos del Barrio de Boedo presentó ante la Directora General de Patrimonio de la Subsecretaría de Patrimonio Cultural del Gobierno de la Ciudad un proyecto para restituir al edificio de Boedo 857, en cuya planta baja se encuentra el café Margot y en su planta alta el complejo Boedo XXI, los elementos ornamentales que distinguieron la construcción en 1905, dado que es una de las pocas construcciones, sino la única, que se conserva en pie en Boedo, preservando al máximo sus condiciones estructurales. La presentación en cuestión se inscribía dentro de un plan de restauraciones de edificios emblemáticos dispuesto por la Secretaría de Cultura a través de la Dirección mencionada.
La reinauguración de la fachada ocurrió en el marco del Día de los Cafés de la Ciudad (26 de octubre), según lo establece una ley que la Legislatura porteña aprobó en el año 2000.
La fecha no es casual: el 26 de octubre de 1894 (hace 115 años) fue inaugurada la entrada por Avenida de Mayo 825 del histórico Café Tortoni, ya que hasta ese momento se entraba por Rivadavia.
Boedo 857