sábado, 1 de agosto de 2009

REFLEXIONES DE NUESTRO COLEGA ADRIAN MINC



Los guías debemos garantizar un servicio, atención y profesionalidad cuando desempeñamos nuestro trabajo.
La FEG (Federación Europea de Asociaciones de Guías), define al rol del Guía como: “orientar y guiar al visitante sobre el atractivo en cuestión, interpretando la cultura misma.”
Más allá de esta definición dada por la FEG, guiar implica hacer uso y despliegue de herramientas de la comunicación interpersonal.
No sólo a través de la palabra, cuando explicamos la historia, la arquitectura, o reflexionamos sobre un elemento, sino también con nuestro cuerpo estamos comunicando, transmitiendo sensaciones y contribuyendo a la interpretación del turista de aquello que estamos mostrando. Por eso, el arte de guiar implica la integración de todas las formas de comunicación que los seres humanos podemos utilizar y desplegar cuando estamos frente a un turista. Todo aquello que va a destacar, realzar y darle valor al elemento en cuestión.
Pero para eso, a la hora de referirnos a un lugar, un monumento, un sitio que forma parte de nuestro patrimonio, es importante ante todo nuestra previa valorización, respeto por los mismos y ser un aporte a la construcción de una imagen.
Ese es quizá uno de nuestros desafíos, cuando trabajamos con turistas de diversa procedencia: la contribución a una imagen del lugar, sus manifestaciones culturales, su espíritu local.
Somos a través de nuestra presencia, nuestra voz, nuestro discurso, nuestra energía, los exponentes del alma de un sitio, de su permanencia en la memoria, de su relevancia en la cultura de un pueblo. Aquello que seguramente quedará latente en el recuerdo de los visitantes.
Todo eso me honra y me enorgullece, cuando reflexiono sobre esta profesión que elegí, la responsabilidad que conlleva y el respeto que se merece de parte de todos los que conforman el sector turístico.

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