La arquitectura de las estaciones terminales de trenes de Buenos Aires es verdaderamente deslumbrante.
En 1896 se inauguró sobre Bartolomé Mitre y la avenida Pueyrredón un pequeño edificio, compacto, con frentes simétricos, con un patio central coronado por una claraboya de vidrio a cuatro aguas. Lo proyectó un arquitecto holandés, Juan J. Doyer, y su destino fue el Edificio de Pasajeros.
Pocos años más tarde (1899) se lo replicó volumétrica y estilísticamente en la otra esquina de Pueyrredón, para que funcionara allí la Bolsa de Cereales. Aún puede verse sobre su fachada el busto de Mercurio, alusivo a la actividad original del inmueble.
Pero lo más curioso es que en el año 1907, para ampliar nuestra conocida Terminal Once de Septiembre, el mismo Doyer decidió unir los dos edificios existentes, el de Pasajeros y
Colección Patrimonio Argentino – ARQ. CLARIN
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